¡Bebed de esa copa!
Por Baltasar Aguilar Fleitas
Que Diego Velázquez fue una figura genial de la pintura universal es una valoración que no necesita ser recordada ni demostrada una vez más. En esta serie ya nos hemos referido a él al hablar de Las meninas y Vieja friendo huevos.
A partir de los 23 años Velázquez (1599-1660), fue pintor al servicio del rey Felipe IV. En esa época ser pintor no significaba prácticamente nada desde el punto de vista de las jerarquías de palacio; era incluso menos que los ujieres y bufones de la corte. Pintar era un oficio manual pobremente calificado, indigno de un caballero. Cuando el rey quiso premiarlo con la designación de caballero de la Orden de Santiago, Velázquez tuvo que probar, en un larguísimo expediente, que nunca había sido pintor sino que obedecía, pintando, las órdenes del rey.
El cuadro que hoy presentamos se llama El aguador de Sevilla (c 1620), una obra de la juventud del pintor, de su periodo de formación con su maestro, que será su suegro, Francisco Pacheco, artista y sobre todo teórico de las artes con quien Velázquez aprendió y perfeccionó la técnica pictórica. Eso fue en su periodo sevillano, antes de ir a Madrid donde se instalaría definitivamente.
Allí se observa al personaje central, un hombre que vende agua, pobremente vestido aunque con una camisa impecablemente blanca, cubierto con una capa marrón. Lo acompaña un niño o adolescente que tiene en su mano una copa de cristal casi llena de agua. Deténganse en ese detalle, vean cómo Velázquez pinta y pone en manos del niño una copa con la textura y el brillo de un fino cristal.
En la sombra, entre el aguador y el niño, hay otro personaje que está bebiendo de una jarra.
Obsérvese asimismo cómo el brazo izquierdo del anciano aguador se proyecta como saliendo del cuadro para apoyar la mano en un cántaro grande de cerámica en el que se pueden ver las marcas del torno y algunas gotas de agua. Aumenten la imagen y vean cómo esas gotas se deslizan por la superficie del cántaro.
Delante del aguador y sobre una mesa o banco hay otro recipiente, de menor tamaño y con algunas abolladuras, cubierto por una taza.
Toda esta escena tiene una iluminación exclusiva que resalta sobre un fondo negro, típico del estilo barroco característico del siglo XVII e influencia, sin dudas, de Caravaggio.
Hasta acá todo bien, sin mayores dificultades. Pero ¿hay algo más en esta obra? Es una pintura de género o bodegón, pero ¿se nos escapa algún detalle? Si se fijan bien verán que dentro de esa copa tan magistral hay un higo. Parece ser que por aquel tiempo era común poner un higo en el agua para endulzarla. Sin perjuicio de dicha costumbre, el higo también es un símbolo sexual, de vitalidad en última instancia. Por lo tanto hay quienes entienden que al pintar tres edades en el cuadro (el anciano aguador con todo el peso de su autoridad, el niño que está concentrado en lo que está sucediendo, y el personaje de edad intermedia que bebe sin miramientos de una jarra), Velázquez lo que ha pintado, en realidad, es una alegoría de las edades de la vida, o una ceremonia iniciática para el muchacho. En efecto, nos podemos imaginar que todo esto transcurre en la calle, pero ¿no transmite demasiada trascendencia y ceremoniosidad el cuadro para ser una escena callejera?
En fin…nunca te quedas pleno cuando interpretas a Velázquez, porque a Velázquez no hay con qué darle.
El aguador de Sevilla
Diego Velázquez
Óleo sobre lienzo
Estilo barroco
106,7 cm × 81 cm
Apsley House, Londres, Reino Unido
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