El beso de oro
Por Baltasar Aguilar Fleitas
En un beso, sabrás todo lo que he callado
Pablo Neruda
El magnífico verso de Neruda calza a la perfección para describir, poéticamente, lo que se ve en este conocido cuadro que presentamos esta semana. El beso, del pintor austríaco Gustav Klimt (1862-1918), pintado entre 1907 y 1908 en un momento de crisis creativa y emocional del artista es patrimonio cultural y casi un símbolo de Austria.
Es un óleo sobre lienzo de buenas dimensiones con la particularidad de tener no solo formas y colores hechos con óleo sino también finísimas laminillas de oro batido, lo que se llama pan de oro.
¿Qué vemos en esta pintura? Pues una pareja besándose, pero no de manera convencíonal. El atuendo habla del género de cada uno de los integrantes de la pareja: el hombre está cubierto con una túnica dorada que muestra rectángulos negros, blancos y grises que a Klimt le ha parecido que simbolizan lo masculino; tiene adornada su cabeza con una corona con hojas de vid, mientras sus pies se hunden en la vegetación del lugar.
En tanto, la mujer, hincada, estilizada para acentuar su sensualidad, muestra otra túnica también dorada con figuras redondeadas y flores que según el artista vienés simbolizan lo femenino.
A simple vista parece que la figura del hombre dominara en tamaño a la de la mujer, pero al encontrarse esta hincada resulta ser de mayor altura.
El rostro sereno y ligeramente sonrojado de la dama expresa la intimidad y el arrobamiento del momento.
Ambos están en una posición incómoda sobre una superficie colmada de flores, y eso es lógico, un beso y el amor hacen florecer cualquier terreno. Los dos pero sobre todo la mujer mantienen un delicado equilibrio al borde de un precipicio, probablemente no en alusión a la recatada caída al vacío del pecado sino a esa otra caída, la turbulenta, erótica y sexual, a la rendición ante la vibrante tormenta convergente que es capaz de propiciar un beso de amor.
Toda esta escena transcurre sobre un fondo también dorado.
Las obras de Klimt fueron muy criticadas y hasta calificadas como pornografía pero en cambio esta fue aceptada y elogiada, a tal punto que el museo Belvedere de Viena compró el cuadro antes de que el artista lo hubiera acabado.
El origen de esta representación quizás esté en el mito clásico de Apolo besando a Dafne aunque acá la mujer no parece querer escapar del hombre ni aborrecerlo como en el mito ocurre con Dafne respecto de Apolo debido a las flechas con efectos distintos lanzadas a ambos por el irascible Eros.
Estamos en el comienzo del siglo XX. ¡Qué época aquella para el arte! Por ejemplo, en ese mismo año 1907, Picasso pintaba Las señoritas de Avignon. (1) Es el tiempo en que se deconstruye la noción hegemónica del arte y nace otra mirada, otro ángulo especialmente en lo que se refiere al tratamiento artístico del cuerpo, en un revuelo contra la moral puritana imperante. Estamos en un momento de la historia donde existe una fuerte represión del deseo y la sexualidad femenina. A su vez, es la época en que se empieza a explorar el inconsciente y se descubre el protagonismo del deseo sexual en nuestra psiquis.
El beso de Klimt es un cuadro formidable. También es cierto que está lleno de ambigüedades: por ejemplo, se podría decir que ese beso es forzado si se mira la posición de la cabeza de la mujer, o que el abismo que se abre a la espalda de los amantes indica lo efímero que es todo beso:
todos los besos/cuelgan de un gran abismo/
son un instante
(este podría ser un mediocre hayku que se me ocurre ahora).
De lo que no hay dudas es que casi todo el arte de Klimt es erótico, de una gran sensualidad. Esta pintura en particular, es arrebatadora, embriagadora, extasiante por lo que sugiere más que por lo que muestra.
El beso es un gesto humano frecuente (¿cada vez menos frecuente?), íntimo o público, espontáneo o forzado, erótico o familiar, perturbador y latiente o simple contacto superficial y sin gracia… en fin, la semiología del beso da para hablar mucho sobre el tema.
Según Plutarco, historiador griego que vivió en el siglo I dC, el beso de amor o beso de pasión o beso erótico nació como un método para medir la alcoholemia y tal vez haya sido uno de los antecedentes históricos más antiguos de medición de alcohol en sangre. Los romanos prohibían a las mujeres embriagarse y la forma que tenían los hombres de saber si habían bebido o no era acercar sus labios a los labios de la mujer hasta tocarlos. Incluso, para cerciorarse mejor, penetraban la boca de la dama con la lengua. Obviamente, pronto se dieron cuenta los romanos que eso era placentero y se fue desvirtuando el cometido inicial. La dama que violaba la ley era tratada igual que una prostituta. Sea cierto o no lo de Plutarco (en realidad creo que es imposible saber qué dos seres humanos y cuándo se besaron por amor por primera vez...), no deja de ser un dato interesante y curioso. ¡Imagínense este método de medición de alcoholemia en el momento actual y con tolerancia cero!...
Este cuadro fue pintado por Klimt unos diez años antes de morir víctima de la llamada gripe española.
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Son abundantes los besos en el arte y en esta serie hemos visto algunos muy famosos:
- el beso de Rodin, una escultura que representa el beso clandestino de Paolo a Francesca en la Divina Comedia:
- el beso volante en El cumpleaños de Chagall https://www.257.uy/post/voy-volando-a-besarte
- y este de Klimt que quizás sea “EL” beso de la historia del arte.
Vimos también otra obra de Klimt:
https://www.257.uy/post/récord con motivo de haberse comercializado en una suma récord.
Si quieres ver algo más sobre el pintor te recomiendo esta película:
En la literatura una descripción extraordinaria de un beso es la que hace Julio Cortázar en el capítulo 7 de Rayuela:
«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua». ¡¡Ufff!!
No se lo pierdan en la voz de Julio Cortázar e imaginen o miren simultáneamente el cuadro de Klimt:
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El beso
Gustav Klimt
1908
Pan de oro y óleo sobre tela.
180 cm x 180 cm
Galería Belvedere. Viena, Austria
Publicada: 13/08/2024
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