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Historias de un puerto y un pintor

Por Baltasar Aguilar Fleitas


Seguimos en el Río de la Plata. La semana pasada hablamos de Joaquín Torres García, hoy nos vamos a Buenos Aires.


Benito Quinquela Martín (1890-1977) fue un pintor y muralista argentino, que formó parte del grupo de pintores de La Boca, el conocido barrio portuario de Buenos Aires en el que nació, al que amó y al que siempre permaneció vinculado. Ese barrio porteño fue su fuente permanente de inspiración. Hoy existe allí un museo que lleva su nombre y al que recomiendo visitar (1,2,3).


La temática de la obra de Quinquela Martín gira en torno al puerto y sus ajetreos, los barcos, la belleza y el sacrificio de la gente que vive del mar y cerca del mar…


Benito Quinquela Martín tuvo una vida difícil: fue abandonado al nacer, vivió en un orfanato y luego fue adoptado por una familia; no completó la enseñanza primaria y debió trabajar tempranamente en la carbonería de su padre. “El viejo, (…) salía temprano de casa para ir al puerto a descargar carbón, que era su oficio. Cuando volvía (…) todo tiznado, me hacía, a veces, una caricia con su mano áspera y ruda, que me dejaba en la cara la marca de sus dedos de carbonero”. 


También trabajó en el puerto llenando bolsas de carbón. Participó en la política pegando carteles y repartiendo volantes a favor del socialista Alfredo Palacios. Concurrió a una academia para estudiar dibujo y pintura. Conoció a Juan de Dios Filiberto, que estudiaba música y del que se hizo gran amigo. 


La Boca fue su vida: “Aquí eché raíces y ramas. Después de vivir cincuenta años en el barrio que amparó mi niñez y mi orfandad, bendigo al destino que me condujo a este puerto de adopción y de salvación…” .


Nada lo separó de sus dos grandes pasiones: su barrio y el arte: “Créame que estoy agradecido por los sufrimientos que me deparó la suerte. Es lo que muchos no pueden comprender. Nada contribuyó tanto a hacerme artista, a permitirme imponer mi personalidad, a sustraerla de todos los desvíos capaces de debilitarla”.


Mención especial merecen las pinturas de los barcos muertos. Es un tema fascinante tanto para el arte como para la poesía. Los barcos muertos son una metáfora de la vida misma: son fabricados, navegan por mil lugares, hasta que envejecen y son sustituidos por otros nuevos, se anquilosan y sus coyunturas se vuelven ruidosas hasta que mueren y los cubre el óxido. Como ocurre con  algunos muertos es entonces cuando se vuelven misteriosamente bellos. Empiezan a ser habitados por seres, algunos reales y otros de fantasía. El marrón y el negro chorrean por sus lados como originales adornos, pero en realidad es el barco que llora óxido. Luego viene el hombre moderno que nada sabe ni de lo bueno ni de lo bello y en nombre de la productividad y de una lisa y monótona estética se los lleva para esconderlos o deshacerlos  en algún remoto lugar. Así pasó también en la bahía de Montevideo.


En el anecdotario de Benito Quinquela Martín destaca la creación de un premio de arte que se llamaba La Orden del Tornillo. Era un premio para artistas, personajes y personalidades destacadas de La Boca, de Argentina y extranjeras y significaba el tornillo flojo o que les faltaba a los condecorados, una especie de elogio a la locura sin la cual, a su parecer, no se podía ser un buen creador de arte. La ceremonia de ingreso u “ordenamiento” del elegido era algo desopilante: Quinquela Martín se ponía un traje de almirante con tornillos como botones, hacía girar varias vueltas al homenajeado, luego lo detenía tocándolo con un bastón y le decía “Ya estás atornillado”. No obstante manifestaba que no lo ajustaba mucho porque para crear hay que tener el tornillo un poco flojo. El primer atornillamiento fue en 1948. Quinquela mismo ofrecía un almuerzo a los invitados para lo cual cocinaba fideos de colores acompañados de vino, y de postre pasta frola y café. Los atornillados quedaban así reconocidos como cultores del Bien, la Verdad y la Belleza (4).


El cuadro de la semana es Motivo de puerto (1946). Vemos varias embarcaciones y numerosas personas que se encuentran trabajando duramente sobre ellas, y en el costado derecho de la pintura se observan coloridas edificaciones que son una muestra de la síntesis de puerto y barrio tan propia de este artista. Todo sobre el fondo de una ciudad industrial humeante.


Quinquela fue, no en sentido demagógico sino  en el verdadero sentido de la expresión “un pintor del pueblo” que se entregó a su mundo, al que eligió y al que le tocó en suerte: la Boca. “La Boca es mi taller, mi refugio y mi modelo. Todo lo que hice y todo lo que conseguí es un premio a la fidelidad. En mi vida y en mi arte permanecí siempre fiel a mi gente, a mi puerto y a mi barrio”.


Luego de ver el cuadro (¡deténganse!) los invito a disfrutar de esta breve animación.

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Referencias 

1- @MuseoQuinquela

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Motivo de puerto

1946

Esmalte sobre chapa

90 x 100 cm 

Museo Benito Quinquela Martín, La Boca, Buenos Aires.

Publicada: 03/09/2024

 

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