La locura y el arte – Cabrerita
Por Baltasar Aguilar Fleitas
Personas como Cabrerita siempre existieron y existirán. No es posible ignorarlas porque son demasiado notorias en su humildad. Sus figuras no pasan inadvertidas, producen una alteración en el gentío. Son reconocidos como “locos”; son rechazados y al mismo tiempo adorados y temidos, protegidos y abandonados, recordados y olvidados…
Es abundante el catálogo de obras de arte relacionadas con la locura. El tema plantea cuestiones de mucha trascendencia. ¿Qué se entiende por locura? ¿La extravagancia, tan común entre los artistas, es una forma socialmente aceptada de locura? ¿Todas las obras de arte con excepción quizás de las realistas son de alguna manera “locas”? ¿Los grandes artistas y poetas eran y son locos y locas? ¿Es necesario evadirse de eso que llamamos realidad para producir una obra de arte valiosa? ¿Dalí era un loco o un excéntrico? ¿Y Munch? ¿Y Van Gogh? ¿Y Alejandra Pizarnick? ¿Y…? El tema es apasionante y la bibliografía sobre la locura y el arte es prácticamente inabordable.
Pero dejemos de problematizar el asunto y vayamos al grano.
En el arte uruguayo el lugar principal en este capítulo de la historia del arte lo ocupa Cabrerita. El pasado sábado 28 de diciembre se cumplió aniversario de su fallecimiento en Santa Lucía, en 1992. Había nacido en 1919.
Su nombre real era Raúl Javiel Cabrera (Javiel con ele) pero todo el mundo lo conoció como Cabrerita. Fue un niño abandonado, huérfano de padre y madre, pasó los primeros años de su infancia en el asilo Dámaso Larrañaga y asistió a la escuela José Pedro Varela hasta 5º año. Desde muy temprano manifestó cualidades artísticas. Estudió con varios pintores locales. Su trabajo como artista fue constante a pesar de reiteradas internaciones psiquiátricas.
Cabrerita fue uno de los personajes que frecuentaban las tertulias del Café Sorocabana, y de los bares Metro y Yatasto (Fernández Crespo y 9 de abril), junto a personalidades del ámbito intelectual de su época como Idea Vilariño, Líber Falco, Felisberto Hernández, Carlos Maggi y "Tola" Invernizzi entre otros. El poeta José Parrilla, otro contertulio y amigo de Cabrerita lo recuerda así: "Chiquito. Encorvado. Sin dientes. Sucio. Mal vestido. ¡Terrible! Yo había leído cosas que se habían escrito sobre Cabrerita, que le cambiaban los dibujos por un café con leche y otras anécdotas. Nadie medía su valor real, el valor de su arte. Y él no estaba loco todavía: estaba abandonado, y el abandono lo fue deteriorando. El hambre, lo fue deteriorando. Y se sumó Cabrerita a la peña, como uno más".
Participó en exposiciones individuales y fue premiado en varios salones durante la década de 1940. Por esa época vivió junto con el poeta José Parrilla, amigo desde la adolescencia. Cuándo este viajó a Europa, Javiel quedó al cuidado de la hermana de José, Lucy, pero al poco tiempo ella y su familia fueron desalojados. Lucy llegó a un acuerdo con el entonces Director del Hospital Vilardebó para que alojara al pintor en ese centro como una manera de resolverle el problema habitacional. Cabrerita no tenía donde vivir. Pero cuando cambió la Dirección del Vilardebó, se decidió el traslado de Cabrerita a la Colonia Etchepare, allí permaneció casi 30 años. Durante esa prolongada internación conoció el martirio y la indigencia, regalaba sus dibujos a cambio de tabaco, yerba o comida. Hacia principios de los años ochenta salió de la Colonia Etchepare y fue adoptado por una familia de la ciudad de Santa Lucía, donde transcurrieron sus últimos años.
Pintó acuarelas. Según el artista Manuel Espínola Gómez fue el mejor acuarelista del país. Sus motivos predilectos fueron extrañas figuras femeninas, casi niñas en actitudes rígidas y con mirada fija, profunda, enigmática. Pintó también paisajes, autorretratos y retratos de amigos. Falleció en la ciudad de Santa Lucía el 28 de diciembre de 1992.
La imagen es un collage que compuse donde a la izquierda se ve una acuarela sin título que muestra tres de estas mujeres jóvenes, con rostros casi infantiles, los ojos muy abiertos, vestidos simples decorados con motivos geométricos, y los brazos cruzados a la altura de la falda. El conjunto de estos detalles da la impresión de ingenuidad, como si no comprendieran lo que ven. ¿O será el asombro original, ese que perdemos irremediablemente con el trajinar cotidiano y que solo se recupera si nos evadimos de la realidad? Philip Sandblom, refiriéndose a la enfermedad mental y la creación, dice que los grandes autores son como niños curiosos que lo ven todo con ojos inocentes, como si lo vieran por primera vez. ¿O se trata de la apertura a una “dimensión desconocida”, como bien dice el comentarista de la revista Dossier (ver referencia)?
A la derecha de la imagen, una fotografía de Cabrerita pintando.
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Fuentes de la información sobre la vida y obra de Cabrerita:
-Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo.
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Publicada: 31/12/2024
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