Podemos combatir la viruela del mono sin histeria ni homofobia
por Kai Kupferschmidt (The New York Times)
A finales de julio, cuando me quedé en casa y escuché al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarar que la viruela del mono era una emergencia de salud pública de importancia internacional, muchos de mis amigos habían salido a celebrar el Día Internacional del Orgullo LGBT. La decisión de confirmar una emergencia unos dos meses después de un brote global era la correcta. Pero se sentía demasiado tardía.
Como reportero de enfermedades infecciosas y un hombre gay me he sentido cada vez más frustrado con la respuesta mundial de salud pública a la viruela del mono y la comunicación que ha habido al respecto. Hasta el momento, se han confirmado más de 25.000 casos en países que antes no se habían visto afectados por esta enfermedad. Cantidades abrumadoras de personas infectadas son hombres homosexuales y están dentro de nuestras redes sexuales. Amigos míos de Madrid, París, São Paulo y de mi misma calle me han contado sobre sus infecciones. Sentían dolor —la viruela del mono se ha descrito como algo insoportable—, miedo y mucha confusión.
Cualquier respuesta exitosa a un brote debe basarse en hechos y los hechos son claros. De todos los casos recientes que se han reportado ante la OMS, unas tres cuartas partes cuentan con datos relacionados con la sexualidad. De estas, un 99 por ciento son hombres. Solo hay datos disponibles sobre orientación sexual para unos 7.500 casos, pero, de estos, un 97,5 por ciento son hombres que tienen relaciones sexuales con hombres.
Esto no se debe simplemente a que los casos entre mujeres o niños se estén pasando por alto. Por ejemplo, la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido, ha publicado el número de pruebas realizadas para la viruela del mono y cuántas han sido positivas. Entre hombres adultos, más de la mitad de las pruebas fueron positivas. Muchas menos mujeres se realizaron la prueba, pero solo el 2 por ciento de ellas dieron un resultado positivo y, entre los niños, un 0,6 por ciento de las pruebas fueron positivas. Si se pasaran por alto muchos casos en estos grupos, se esperaría que esos porcentajes fueran mucho más elevados.
Sin embargo, los funcionarios de salud pública en muchos lugares parecen tan dudosos sobre cómo hablar de esta enfermedad sin estigmatizar a nadie que prefieren hablarlo solo en términos vagos. Algunos —ya sea por autocomplacencia, falta de sensibilidad u homofobia— simplemente no parecen verle la urgencia. Otros evitan a toda costa mencionar que los hombres que tienen sexo con hombres son, por mucho, el grupo más vulnerable en este momento.
Un panfleto de dos páginas redactado por las autoridades sanitarias alemanas con el fin de informar a la sociedad sobre la viruela del mono sí deja claro que la propagación está ocurriendo en lugares como clubes sexuales. Pero no menciona las palabras “gay” ni “hombres que tienen relaciones sexuales con hombres” ni una sola vez. De hecho, la palabra “hombres” no aparece en ninguna parte. En México, Brasil y otros países, los funcionarios de salud también han sido reacios a enfatizar el riesgo que corren los hombres que tienen intimidad con otros hombres.
Incluso dentro de mi propia comunidad, hay quienes han argumentado que afirmar que la enfermedad está afectando en su mayoría a los hombres que tienen sexo con hombres era un acto homofóbico. Hay otros que solo tienen miedo de agravar el estigma que ya enfrentan muchos hombres homosexuales. Del otro extremo del espectro, cuentas de redes sociales que ganaron grandes cantidades de seguidores durante la pandemia de coronavirus están difundiendo información falsa de que la viruela del mono se transmite por medio de apretones de mano, la comida que ingerimos y el aire que respiramos. El resultado ha sido una inmensa confusión, en la que algunas personas se preocupan y piensan que corren un gran riesgo, y otras desconocen el verdadero riesgo que enfrentan o cómo reducirlo.
Como reportero de enfermedades infecciosas, he visto lo letal que puede ser el estigma. Y como una persona que vive con VIH, he sufrido el daño que puede causar ese estigma. Pero la solución no es quedarse callado o hacer de cuenta que el riesgo de contraer la viruela del mono es el mismo para todas las personas. La solución es elegir bien nuestras palabras para comunicarnos con las comunidades que están en mayor riesgo y escuchar a quienes han sido afectados por esta enfermedad. Esa labor hará la diferencia entre la salud pública y la homofobia por negligencia.
Sí, la viruela del mono puede infectar a quien sea. Sí, este virus puede propagarse de varias maneras, incluso por tocar un objeto que manipuló una persona infectada o incluso por una conversación prolongada cara a cara. Pero los expertos no consideran estas como las principales vías de propagación de este brote. Por ahora, el virus no parece ser tan capaz de usar rutas menos íntimas de transmisión. Incluso los contactos cercanos entre personas que viven bajo el mismo techo con alguien que tiene viruela del mono rara vez han generado contagios. En cambio, el virus parece propagarse principalmente a través de contactos muy cercanos y prolongados durante encuentros sexuales y se está transmitiendo con una incidencia abrumadora en comunidades de hombres que tienen sexo con hombres.
Para propagarse, los virus aprovechan las conexiones entre los humanos. Cuantas más conexiones hay, más probable es que un virus encuentre un nuevo huésped que infectar. La viruela del mono no se transmite con mucha eficacia entre humanos. El virus ha causado enfermedades y muertes en algunos países de África, donde los animales portan el virus, durante décadas, pero en Occidente, este se ha ignorado casi por completo. Cuando el virus llegó a lugares como Singapur, Israel y el Reino Unido en el pasado, rara vez provocó más casos. La mayoría de las personas no tienen suficiente contacto directo de piel a piel como para que el virus se propague. Pero los hombres que sí tienen muchas parejas sexuales masculinas son más vulnerables. Esto lo hemos visto con otros patógenos, como el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, o SARM, o las shigelas resistentes a los medicamentos. Ahora, lo estamos viendo con la viruela del mono.
El mundo debe tomarse en serio la amenaza de la viruela del mono. Alrededor del siete por ciento de los casos hasta el momento han derivado en hospitalizaciones, por lo general para tratar el dolor, y varios países han reportado muertes por la enfermedad. Incluso en pacientes que casi nunca son ingresados a un hospital, el virus causa un sufrimiento inmenso. Encima, los poxvirus se han adaptado a numerosas especies con el paso del tiempo y, mientras el virus de la viruela del mono siga circulando, podría evolucionar de maneras impredecibles. Los investigadores ya han informado de señales de que el genoma del virus está cambiando. En el peor de los casos, la viruela del mono podría volverse más contagiosa y letal. Y aunque no cambie en absoluto, el virus podría penetrar en redes densas interconectadas donde podría propagarse.
Para controlar el brote, quienes son más vulnerables a infectarse deben tener información que les permita tomar decisiones para proteger su salud hasta que haya suficientes dosis disponibles de la vacuna. Eso incluye hablar sobre reducir el número de parejas sexuales, crear “burbujas” de parejas sexuales (en las que las personas restrinjan su actividad sexual a un solo grupo) y otras estrategias para minimizar el riesgo. Significa comunicar que los científicos aún no saben cuánta protección brindará una dosis —o dos— de la vacuna para las personas, una brecha de conocimiento crucial que debe zanjarse a la brevedad. También implica combatir la desinformación sobre el virus que circula en las redes sociales.
Los trabajadores de salud pública deben asegurarse de que se acelere la producción de vacunas y medicamentos y de que se distribuyan con rapidez entre quienes más los necesitan, sobre todo en los países que se han visto afectados por esta enfermedad desde hace tiempo. Finalmente, tenemos que hablar con claridad y honestidad de todo esto.
Seguir enfocándonos en los hombres gays y nuestras redes sexuales conlleva un riesgo, en particular en los países y las comunidades donde los hombres homosexuales enfrentan discriminación y persecución. Parte de la respuesta de salud pública debe centrarse en vigilar que no se use esta crisis sanitaria como un pretexto para promover la estigmatización y la discriminación.
En la actualidad, en países que antes no habían sido afectados, este virus se está propagando de manera predominante en mi comunidad y debemos enfocar los esfuerzos ahí. Hablar de los miles de niños infectados u otros millones de casos no tiene cabida porque ahí no está la enfermedad en este momento. Pero, por improbable que parezca, podría estarlo en el futuro. La mejor manera de evitarlo es luchar contra esta enfermedad, no unos contra otros.
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