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Sobre el fallido golpe de Estado en Bolivia

Por Marco Consolo

El pasado 26 de junio, el mundo fue testigo de un nuevo intento de golpe en el Estado Plurinacional de Bolivia. Un intento que, por el momento, fracasó.


Inmediatamente se sucedieron interpretaciones más o menos interesadas en construir una matriz de opinión (“autogolpe” del presidente Luis Arce) o reconstrucciones fantasíosas sobre la rivalidad entre Evo Morales y Luis Arce basadas en sus respectivas “simpatías” por Rusia o China, cuyas empresas firmaron contratos con el gobierno boliviano. Me parece importante evitar las reconstrucciones simplistas, superficiales o maniqueas. Como siempre ocurre, los intentos de golpe de Estado son complejos y con muchas variantes, con diferentes ballons d’essai, intentos in progress, experimentos. Y no todo sale como algunos esperan.


Pero vayamos por orden.


Una primera reconstrucción de los hechos

En la mañana del 26 de junio, a la cabeza de un puñado de soldados y varios carros blindados, el general Juan José Zúñiga, hasta entonces jefe del Ejército, aparece en la plaza Murillo, sede del palacio presidencial en el centro de la capital, La Paz. El general Zúñiga intenta entrar en la Casa Grande del Pueblo (sede del gobierno), con tropas de élite ocultas tras pasamontañas y armadas hasta los dientes.


En las horas previas, en una entrevista televisiva, el general había acusado al ex presidente Evo Morales de cualquier infamia, y había amenazado con “arrestarlo” (sin ningún tipo de condena legal) si se presentaba a las elecciones presidenciales de 2025. Por esas declaraciones, Zúñiga no había sido destituido ipso-facto por el presidente Arce por violar la ley boliviana sobre las FF.AA., la llamada LOFA.


En esas agitadas horas, desde la Plaza Murillo, Zúñiga se pronuncia a favor de la liberación de los que llama “presos políticos”, entre los que nombra a Yanine Añez (una de los responsables del sangriento golpe de 2019), Fernando Camacho (golpista del Comité Cívico de Santa Cruz), así como a los militares condenados por el golpe de 2019.  Acto seguido, un vehículo blindado rompe el portón del Palacio Presidencial.

Inmediatamente, el presidente Arce llama a Evo Morales, alertándole del peligro, y hace un llamamiento a todo el pueblo boliviano para que se movilice. En particular, a las organizaciones populares, que comienzan a llegar en la Plaza en medio de los gases lacrimógenos y a bloquear las calles. Evo hace el mismo llamamiento. La Central Obrera Boliviana (COB) declara un paro indefinido. A diferencia de 2019, esta vez no hay movilización de la extrema derecha en las calles, como ocurrió entonces con los jóvenes de capa media (los llamados «pititas»).


Zúñiga no quiere quedarse aislado y busca el apoyo de la policía que, sin embargo, permanece al margen, mientras que en 2019 había sido el motor del golpe, como en la asonada golpista contra Rafael Correa en Ecuador. A pesar de los numerosos llamamientos a la sedición, Zúñiga pronto se da cuenta de que no tiene ningún apoyo, ni siquiera del propio ejército, dividido entre un ala constitucional y los golpistas. Sólo un sector de la Armada y de la Fuerza Aérea forman parte de la conspiración .


El presidente Arce baja entonces a discutir con el general, le ordena que se retire, lo destituye, junto con la cúpula de la Fuerza Aérea y la Armada, nombrando nuevos jefes de las tres armas. Los esfuerzos de Zúñiga y sus seguidores (entre ellos los ex comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea Juan Arnez y Marcelo Zegarra) no son suficientes, y el golpe de Estado fracasa miserablemente.


Hasta la fecha, 34 personas (entre militares y civiles) están siendo investigadas por su presunta vinculación con el fallido golpe de Estado [i].


¿Quién es el general Zúñiga?

A pesar de autodenominarse “general del pueblo”, Zúñiga es un militar conservador que viene del área de inteligencia del gobierno de Evo Morales. En 2022 fue ascendido por el actual presidente, con la contrariedad de Evo por no respetar la jerarquía militar en los ascensos y por denuncias de corrupción.


En los últimos años, Zúñiga se había convertido en hombre de confianza del presidente Arce y, debido al rol institucional de ambos, es normal que tuvieran una estrecha relación. Este elemento probablemente no ayudó a la rapidez de su destitución, inmediatamente después de las declaraciones del general contra Evo. Junto a la delicadeza de destituir a altos mandos de las Fuerzas Armadas en un periodo ciertamente complejo.


Sin embargo, como dijo el presidente Arce, “a Zuniga alguien le habló al oído y le dijo que podía ser presidente… y salió mal”. “Él quería ser el presidente, él quería tumbar el Gobierno, lo dijo ese día, dijo que los militares querían recuperar la democracia y reconstruir el país. Era una clara afrenta, una declaración de un oficial que quería estar al frente del país”, dijo Arce.


El contexto económico boliviano

Efectivamente, Bolivia atraviesa un momento económico complejo y el contexto no es el mejor.


Lejos quedan los años del “milagro económico” boliviano, aquellos de fuerte crecimiento gracias también a los altos precios internacionales de las materias primas energéticas, la baja inflación y el control macroeconómico. Un “milagro” que permitió realizar importantes infraestructuras, mejorar los servicios y redistribuir la renta, también a través de precios subvencionados (como el combustible). Y que reabrió el debate sobre la economía «extractivista».


En los últimos meses, se había producido una disminución significativa de las reservas netas (en dólares y oro), junto con restricciones al público para el retiro de divisas y el monto de cambio. Hacía muchos años que no se registraba una brecha cambiaria significativa entre el dólar del mercado paralelo y el dólar oficial, una señal negativa para la estabilidad del tipo de cambio.


Mientras tanto, los grandes grupos agroexportadores evaden impuestos y no depositan el producto de sus ventas en Bolivia, a la espera de una devaluación de la moneda. Todo ello, después de haber sido eximidos de la obligación legal de abastecer prioritariamente el mercado interno.


Asimismo, la minería del oro realizada por privados y por el “sector cooperativista”, no aporta recursos al país, porque extraen el mineral y lo negocian directamente a su antojo, y el Estado aún no puede controlar sus actividades. La situación es particularmente dramática por lo que se refiere al ambiente, debido al uso indiscriminado de mercurio con la destrucción de flora y fauna asi como de suelos, sobre todo en zonas cercanas a la Amazonia.


En los lugares donde la oposición es más fuerte, se han producido cierres patronales de comerciantes, así como “bloqueos” de camioneros que controlan la distribución de mercancías. También ha habido recientemente un periodo de escasez de combustible, con largas colas en las gasolineras, así como de alimentos.


Aunque este último intento fracasó, el golpismo no duerme. Tomando en cuenta las muchas diferencias en la situación entre los dos países, en Chile y en todo el continente sigue vivo el recuerdo del bloqueo total de la “patronal del transporte”, financiado por la CIA para “hacer chillar la economía” chilena (Nixon dixit). Junto con el «Tanquetazo», el fallido levantamiento militar contra el presidente Allende dos meses antes del golpe de Pinochet, con el apoyo del movimiento neofascista Patria y Libertad.


El contexto político y el enfrentamiento interno en el MAS

Mientras el gobierno lucha por levantar la economía del país, en la izquierda el contexto político es casí más preocupante.


Desde hace demasiado tiempo, en el seno del Movimiento por el Socialismo – Instrumento por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), que lidera el gobierno del país, se vive un agrio enfrentamiento entre los dos sectores que se refieren a Luis Arce y Evo Morales. Lejos de encontrar una solución, los tonos mutuos no dejan mucho margen para una recomposición. Lamentablemente, quienes esperaban que la intentona golpista pudiera acercarlos, se han visto obligados a cambiar de opinión.


De hecho, a la labor de deslegitimación de un dirigente como Evo Morales se sumaron ministros del gobierno de Luis Arce, como el de Justicia, Iván Lima, o el de Interior, Del Castillo. El primero atacó públicamente a Evo con acusaciones de narcotráfico, mientras que el segundo reiteró la proscripción electoral de Morales.


Por el otro lado, en esas horas convulsas, a las voces de las derechas que hablaban de «autogolpe» se sumó irresponsablemente Andrónico Rodríguez, un joven Presidente del Senado, miembro del MAS y cercano a Evo Morales, quien de hecho acusó al gobierno de Arce de montar un show para recuperar una popularidad en declive.


A las relaciones partido-gobierno se suma la disputa interna sobre quién debe liderar el MAS, el instrumento político que, un año después del golpe, había obtenido el 55% de los votos en las elecciones de 2020. Hasta la fecha, no se sabe si el Congreso del MAS que debía renovar el estatuto está autorizado por uno u otro grupo. Todo esto, a pocos días de que el MAS pueda perder su personalidad jurídica.


Las derechas y los poderes  fácticos

En estos años, la derecha ha hecho su trabajo y no ha escatimado ataques y acusaciones contra el gobierno y contra el ex presidente Evo Morales. En un continuo crescendo de tonos agresivos, le han acusado de narcotráfico y corrupción, además del leitmotiv de su imposibilidad de presentarse a las próximas elecciones.


Es en este contexto extremadamente complejo en el que los militares y los poderes  fácticos  intentan dar la estocada. Y el general golpista entra descaradamente en el debate político con declaraciones sobre la necesidad de encarcelar a Morales, sin ninguna orden de detención. Lo hace en un marco de relativa debilidad institucional, con reducido prestigio de las autoridades y en una situación convulsa.


En las horas de la intentona golpista, algo nuevo ocurrió en las derechas: destacados miembros de las derechas políticas tradicionales, como Fernando Camacho (entre los principales golpistas de 2019), Tuto Quiroga, Manfred Reyes y otros, guardaron silencio. Una actitud cautelosa, a la espera del desarrollo de los acontecimientos, sin declaraciones públicas hasta que la situación volviera a estar bajo control gubernamental. El mismo comportamiento de muchos medios de comunicación de la oposición, que se mantuvieron mirando desde la ventana.


La embajada estadounidense y la política exterior boliviana

Los recursos naturales bolivianos son un botín codiciado, empezando por el litio, el gas y las “tierras raras”. Las declaraciones de Elon Musk durante el golpe de Estado de 2019 no dejan lugar a dudas. Sería verdaderamente ingenuo (y antihistórico) pensar que no hubo un rol activo de la embajada de EE.UU. en las divisiones internas del MAS y en este enésimo intento golpista. Como dice un eterno chiste en América Latina, en los EE.UU. no hay golpes de Estado, porque allí no hay embajada de EE.UU.


Esta asonada golpista hay que enmarcarla en el contexto de la guerra híbrida del Comando Sur del Pentágono y de la Embajada de EE.UU. en La Paz. También tiene que ver con la larga tradición de generales golpistas bolivianos, entrenados técnica e ideológicamente sobre la base de la Doctrina de Seguridad Nacional, del “enemigo interno” y de la “guerra contrainsurgente”, enseñada en las academias militares estadounidenses.


Sólo dos días antes de la intentona golpista, la canciller boliviana, Celinda Sosa Lunda, había convocado a la encargada de negocios de EEUU al frente de la embajada, Debra Hevia, para protestar por una serie de declaraciones (y acciones) del personal diplomático, consideradas como “intromisión en asuntos internos”. El escueto comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores no dio más detalles, pero dos días después llegó la sedición golpista del general Zúñiga, experto en inteligencia militar.


El 14 de junio, Hevia, que domina los códigos de la “guerra asímétrica no convencional” y las operaciones psicológicas encubiertas (y que trabajaba en el Centro de Operaciones del Departamento de Estado, dedicado a la inteligencia y las operaciones especiales), había rechazado tajantemente las acusaciones del Ministro de Economía local, Marcelo Montenegro, de implicación de su misión diplomática en un «golpe blando», fomentando las protestas de transportistas y comerciantes por la falta de dólares y combustible en el país.


Una de las principales tareas de Hevia es utilizar y exacerbar las contradicciones entre Luis Arce y Evo Morales, así como la lucha interna dentro del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS). Una estrategia de desestabilización para provocar una «revolución de colores», cuyo objetivo es borrar el proceso de transformación iniciado en 2005.


A esto se suman las declaraciones y acciones de la jefa del Comando Sur, la generala Laura Richardson, todo un ejemplo de la diplomacia de guerra de la Casa Blanca y del Estado Profundo estadounidense. Frente a la presencia cada vez mayor de China y Rusia en la región, los EE.UU. han redoblado la presión política, prueba fehaciente que los EE.UU. en su “patio trasero” siguen la lógica imperialista de la Doctrina Monroe de hace 200 años.  El objetivo, declarado abiertamente por Richardson, es apoderarse del litio, las tierras raras y el agua dulce de Bolivia [ii]. Como se recordará, el «triángulo del litio» formado por Bolivia, Chile y Argentina contiene alrededor del 65% del litio del mundo. Las dos funcionarias estadounidenses alentaron a los sectores pro-golpistas de Santa Cruz y Cochabamba, protagonistas del putsch de 2019.


Y en las agitadas horas de la sedición, el Departamento de Estado brilló por su mutismo, en buena compañía del gobierno argentino de Milei, últimos en tomar posición, en línea con el silencio de la derecha boliviana.


En el plano internacional, no hay que olvidar la reciente visita oficial del presidente Arce a Rusia, donde se reunió con Vladimir Putin en una cumbre sobre energía. Durante esa visita, Bolivia firmó otros importantes acuerdos con Rusia. Estas firmas se suman a las anteriores entre el gobierno boliviano y los consorcios chinos CATL, BRUNP & CMOC y Citic Guoan, así como la empresa rusa Uranium One Group (parte del gigante Rosatom), para la construcción de plantas piloto de producción de litio en el salar de Uyuni.


Además de las relaciones con China y Rusia, Bolivia e Irán firmaron acuerdos de cooperación en varios ámbitos en julio de 2023, bajo la atenta y hostil mirada de Estados Unidos e Israel.


En cuanto a Oriente Medio, Bolivia también rompió relaciones diplomáticas con Israel en 2009 y reconoció el Estado palestino en 2010. En 2019, el gobierno golpista reanudó las relaciones diplomáticas, pero en octubre de 2023, el gobierno de Arce volvió a romperlas, denunciando el genocidio en curso contra los palestinos.


En conclusión

El MAS se enfrenta a preocupantes fricciones internas y los egoísmos y las fuertes acusaciones mutuas no ayudan en este contexto.


Lamentablemente, no parece que las dramáticas horas del fallido golpe hayan acercado a los dos sectores del MAS. Los trágicos acontecimientos de 2019, con decenas de muertos y heridos por la represión golpista, deberían hacer ver a los dirigentes (y a las bases) que, a pesar de algunas diferencias, el camino de la unidad es el único viable.

En el aspecto electoral, las próximas elecciones presidenciales serán en noviembre de 2025 y aún queda mucho camino por recorrer. Hasta la fecha, el MAS sigue siendo la principal fuerza política, pero el panorama puede cambiar. A pesar de los esfuerzos de la embajada estadounidense, la pendenciera oposición no cuenta con una figura unida y destacada que pueda disputar la victoria al MAS, pero si éste continúa dividido, podría enfrentarse a serias dificultades.


En la historia de América Latina no existen “autogolpes” realizados por gobiernos de izquierda, mientras que abundan los realizados por el fascismo y las FF.AA. con la supervision de EEUU. El único “autogolpe” posible es lo que podría  causar la división interna en el MAS.


La narrativa de actores externos interesados en la división del “Movimiento al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos” debe ser contrarrestada. Una división que ofrece en bandeja de plata a la derecha boliviana la victoria electoral y a la Casabianca, el Comando Sur y las multinacionales “de barras y estrellas” la posibilidad de hacerse con el botín del litio, el gas y otros recursos naturales. Los próximos meses serán cruciales.

 

Publicada: 17/07/2024 en Il blog di Marco Consolo

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