Tiempo fuera
Actualizado: 17 sept 2020
Por Martín Coitinho.
La última película de Cristopher Nolan: casi una parodia de sí mismo.
Christopher Nolan es el director más exitoso de los últimos 15 años. En una época en la que solo las películas de superhéroes parecen éxitos asegurados, no hay otro cuyo nombre alcance para vender una película.
El director tiene sus fans adoradores y sus críticos absolutos. Para mí, como en tantas cosas, la verdad está en algún lugar en el medio.
En principio no me molestan sus películas “cerebrales” y su tendencia a poner personajes que expliquen el guion, porque su ambición narrativa muchas veces lo requiere, y en general ha logrado encontrar la manera de hacer esa exposición de forma interesante.
Asimismo, entiendo que sus limitaciones a la hora de la humanidad de los personajes (el motivo principal por el que “Interestelar” fracasa es porque el melodrama le queda incómodo a un director que no logra nunca en su filmografía ser íntimo y humano) puede ser un problema, pero tampoco es algo que opaque sus mejores trabajos, que van por otro lado.
Nolan tiene sus obsesiones temáticas, y el tiempo (cómo transcurre y cómo lo percibimos) es casi omnipresente. “Memento”, “Inception”, “Interestelar”, “Dunkirk”, y ahora “Tenet” tratan el tema, afortunadamente de maneras diferentes.
Pero “Tenet” es casi una parodia de su director. Todos sus tics y obsesiones llevados a un extremo en el que parece querer darles la razón a sus críticos. Desde la primera escena, con un ataque a una ópera en Ucrania, la música suena exactamente como esperamos que suene siempre la música en sus películas, y el compositor Ludwig Göransson bien podría ser Hans Zimmer disfrazado.
Hablamos, básicamente, de un thriller de espías con el agregado de elementos (objetos, personas) que se mueven “para atrás” en el tiempo (no exactamente lo que conocemos comúnmente con “viajes en el tiempo”) y una trama que se vuelve cada vez más complicada y rebuscada, en forma absolutamente innecesaria.
Al director no le gusta mucho el hacer los efectos en forma digital, prefiriendo el realismo de lo físico, y cuando tiene que estrellar un avión contra un edificio en el mundo real, lo hace. Aun así, la acción no es ni cerca de lo espectacular de “Inception”, “Dunkirk” o “The Dark Knight”. Para tratarse de una película de 200 millones de dólares, eso es francamente decepcionante.
John David Washington está bien como nuestro protagonista. Junto a él Robert Pattinson hace quizás el mejor trabajo y Elizabeth Debicki tiene que luchar con ser una “dama en peligro”. Ese peligro vendría a ser Kenneth Branagh, que pareciera que trabaja en una película diferente, con un malo tan malo y caricaturesco que no puede ser accidental. Es difícil saber si felicitarlo o decirle que se busque un trabajo más honesto.
Los diálogos son increíbles (en el sentido de poco creíbles). Todo es exposición antinatural y forzada. Todo es impostado. Como una de las malas de James Bond de los 80, pero sin el humor.
En definitiva, Nolan hizo un thriller innecesariamente complejo, demasiado largo (dura dos horas y media cuando por la historia que tiene para contar podrían ser perfectamente menos de dos horas), poco humano y bastante aburrido. Un par de escenas buenas de acción (principalmente una pelea en un pasillo), alguna vuelta de tuerca simpática, y una realización visual impresionante (la película se ve y se siente grande, imponente, cara) no alcanzan para redimir la que es una de las más flojas películas de la carrera de su director. Hay mejores maneras de perder el tiempo.
Publicación original 04/09/2020
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