¡Vaya! ¡Otra vez Sorolla con su magia!
Por Baltasar Aguilar Fleitas
Llega el verano (en este lado del mundo) y pienso en Sorolla. No lo puedo evitar. El año pasado, al recordar el centenario de su muerte, vimos dos cuadros de este gran pintor español: unos niños bañándose en la playa, y unas elegantes mujeres caminando por la orilla del mar en un día luminoso.
Joaquin Sorolla y Bastida nació en Valencia en 1863 y falleció en Cerdecilla, comunidad de Madrid, en 1923.
Sorolla era un enamorado del mar y su gente. Como los impresionistas, le gustaba pintar al aire libre. Acarreaba sus lienzos hasta la playa, los protegía de la incidencia directa de la luz con carpas y sombrillas, y allí mismo pintaba. Dicen que en algunas oportunidades el viento arrancó su taller y alguna de sus partes impactó en los bañistas vecinos. También pintó retratos, entre ellos el de Santiago Ramón y Cajal, eminente médico y científico español (también artista pero del dibujo de neuronas y tejido nervioso).
Fíjense cómo Joaquin Sorolla expresaba la emoción que le provocaba el mar: en cierta ocasión manifestó «¡El agua era de un azul tan fino! Y la vibración de la luz era una locura. He presenciado el regreso de la pesca: las hermosas velas, los grupos de pescadores, las luces de mil colores reflejándose en el mar… me proporcionaron un rato difícil de olvidar».
En relación con esta temática marina que tanto prefería, hoy les traigo un regalo muy especial. Según muchos, la mejor pintura que realizó; a mí me gustan todas sus obras pero esta es la que más me atrapa. Parece mágica. Se llama Cosiendo la vela; es un cuadro de buenas dimensiones, 2,22 m x 3,02 m. Fue pintado en 1896 y está en un museo situado en Venecia.
Se ve a un grupo de personas, siete en total, hombres y mujeres humildes dedicados a la pesca, que en grupo, solidariamente, están cosiendo una vela probablemente dañada, para volver al mar a ganarse la vida. Allí hay, en semicírculo, dos mujeres que están en pleno acto de coser, otra que le habla alegremente a la segunda, una cuarta mujer que está en plena labor con la ayuda de un hombre que se ha levantado de la silla para colaborar, otra mujer sentada también cosiendo y finalmente, otro hombre que se dispone a hacer algo. Toda la escena está rodeada de hermosas plantas y flores, a la derecha se observa una fila de columnas con macetas encima, y entre las columnas, una muy humilde empalizada.
El color que predomina es el blanco, razón por la que esta y todas las obras similares de Sorolla tienen una gran luminosidad. Con justicia se le conoce como “el pintor de la luz del Mediterráneo”. Aquí, la luz se filtra a través de la hermosa vegetación.
La protagonista central es la vela. Ocupa la mayor parte del cuadro y la forma en que Don Joaquín pinta luces y sombras según los pliegues de la tela, es sencillamente un espectáculo. Y, por si algo faltara, al fondo, está la playa.
Agranden la imagen por donde quieran para apreciar mejor los detalles. En verdad: Sorolla es un delirio.
Embriáguense.
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